27.04.2022
Desde que leí “Africanus”, para mí un gran descubrimiento, y las posteriores novelas, las de Escipión, las dedicadas a Trajano y a Julia, me preguntaba a qué estaba esperando Posteguillo para dedicar alguna a Julio César. Pues aquí está la primera de las seis entregas a las que se ha comprometido: sin duda que César lo merece. Tras la lectura de “Roma soy yo”, me queda la fascinación de haberme adentrado en la juventud de Julio César; del juicio al que se enfrentó, como abogado acusador, al poderoso senador romano Dolabela; de la relación con su esposa Cornelia, por la que se llegó a enfrentar al todopoderoso dictador Lucio Cornelio Sila; de la relación con su tío, el gran Cayo Mario, elegido siete veces cónsul de Roma y de quien, en calculados saltos hacia atrás en el tiempo, nos narra las batallas contra los teutones en una supuesta lección que le da a su sobrino. Ahora, una vez terminada la lectura de esta novela, no veo el momento de leer la siguiente.
La sinopsis:
Roma, año 77 a.C. El cruel senador Dolabela va a ser juzgado por corrupción, pero ha contratado a los mejores abogados, ha comprado al jurado y, además, es conocido por usar la violencia contra todos los que se enfrentan a él. Nadie se atreve a ser el fiscal, hasta que de pronto, contra todo pronóstico, un joven patricio de tan solo veintitrés años acepta llevar la acusación, defender al pueblo de Roma y desafiar el poder de las élites. El nombre del desconocido abogado es Cayo Julio César.