El pintor de almas


Una novela que, pese a su crudeza, te atrapa. Idelfonso Falcones describe la ciudad de Barcelona de principios del siglo pasado. Una ciudad de contrastes, con una clase obrera oprimida y una burguesía acomodada en unos privilegios que chocaban con las aspiraciones de justicia social de los trabajadores. Un momento clave de la novela es la semana trágica de Barcelona, que sucedió en el mes de julio del año 1909. Un suceso que fue precipitado por la movilización de los reservistas, pobres la mayoría, para combatir en la guerra del Rif, y en la que se evitó enviar a los hijos de los burgueses.

El autor hace una descarnada descripción de la dureza de la vida de los desahuciados de la ciudad; un mundo sórdido donde cae el protagonista de la mano de su adicción a la morfina. En mi opinión, Falcones no intenta etiquetar a buenos y malos en una historia que, si bien empatiza con los personajes principales: Dalmau y su amada Emma, lleva al lector por el recorrido de acontecimientos que finalmente convierten a una persona en lo que es. El alejamiento final de Dalmau de los republicanos, a los que había ayudado en un momento de su atormentada vida, plantea lo que se podría describir con la popular sentencia: “Los mismos perros con diferentes collares”. Pienso que el autor hace una gran crítica social: una crítica atemporal, pues lo que ocurra hoy, con la crispación social permanentemente azuzada por quienes deberían tener objetivos más nobles, no difiere mucho de la descrita en la novela.

Si tuviera que ponerle un “pero”, estaría en la descripción de los edificios modernistas de Barcelona, que para mi gusto recarga la novela un poco, aunque creo que está hecho con toda la intención del autor para recorrer en el tiempo y en el espacio, lo que representó para la ciudad